Es una lucha silenciosa entre lo industrial y lo artesanal en el mundo del mezcal. En primer lugar, contamos con los maestros mezcaleros, quienes preservan métodos antiguos. En cambio, empresas importantes tienen como objetivo introducir el mezcal en mercados globales.
En su tahona de piedra, Don Ernesto, mezcalero de quinta generación, muele agave. “Cada producción es distinta, como una huella digital”, afirma. En cantidades limitadas, produce mezcales distintivos gracias a su proceso lento y laborioso.
Por otro lado, para crear volúmenes más grandes, las destilerías industriales emplean técnicas contemporáneas. Carlos Méndez, dueño de una destilería importante en Oaxaca, sostiene que “mantenemos la esencia del mezcal, pero lo hacemos más accesible”.
Los puristas temen que la autenticidad del mezcal se vea afectada por la industrialización. No obstante, otros la consideran una oportunidad para el desarrollo y el reconocimiento global.
La respuesta al debate es compleja. El equilibrio podría ser más importante que elegir un bando para el futuro del mezcal. Un balance que permita que más personas en todo el mundo disfruten de esta maravilla mexicana, a la vez que respete la tradición.
El mezcal, ya sea de una destilería moderna o de un modesto palenque, continúa fluyendo, recordándonos que, al final, lo más importante es disfrutar de su sabor distintivo.
¡A darse un mezcalito, que es tarde!
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